jueves, 1 de enero de 2015

ARENAS DE BARCELONETA

    

ARENAS DE BARCELONETA



   
    Barbas y pieles peinadas con arena y sal. Tabacos húmedos de arte e inspiración. Ojos coloridos por el reflejo del mar; un mar que separa dos mundos dentro de uno aún más grande que los une, pero mantiene sus históricas distancias.


   La gente camina frente a la playa de la Barceloneta, observa formas y figuras; unos más, otros no tanto. Curiosos cuando la arena habla por sí sola transformándose en una obra de Gaudí, o en personajes multiculturales como Homero Simpson. Los niños no ven las barbas y las pieles arenosas con fibra de río y desierto, la imaginación no se arropa con la apariencia sino con la esencia. Un castillo de arena puede guiarlos a una indeterminada aventura en tan solo segundos; un dragón, causar miedos e impresiones; una catedral que expulsa humo, risas y asombro. Cuando los niños ríen junto a sus padres, el artista acompaña la geniuna aprobación a su obra con sonrisas y satisfacción, y ese es un buen día.

    Un buen día comienza sin presiones a la hora de trabajar. No hay jefes, no hay oficina, no hay tareas meticulosas y organizadas, solo vale la inspiración para que cada centrímetro de arena que se eleva frente a la caminería, logre hablar por sí mismo; el dinero siempre es importante pero aquí, va en segundo lugar. El primer valor es saber que el arte tiene mérito, reconocimiento y que “eres feliz mientras lo haces” , que “no haces daño a nadie, es simple arena”.


     El proceso de construcción de cualquier monumento u obra, sin importar su escala o importancia, comienza con un estudio, seguido de un diseño calculado, una base y luego su respectivo levantamiento. Desde el antiguo Egipto hasta la moderna Dubai, los alzamientos arquitectónicos han buscado producir admiración en sus observantes, y a partir de ella vernos reflejados a todos por igual. De las pirámides sabemos poco para los grandes misterios que en ellas aguardan. Los edificios modernos no gozan de lo desconocido, todo lo contrario, son ejemplo palpable del ingenio moderno. Nosotros como transeúntes del día a día, somos simples testigos. Sin embargo, un castillo de arena no deja de maravillarnos, no deja de mover esa pequeña esencia de niños que aún juega en nosotros.

    El sonido de las monedas rebotando en una pequeña caja de cartón al borde de la caminería, se identifica por encima de las bicicletas, las pisadas a diferentes ritmos y los incontables idiomas que se mezclan en una caravana cultural conocida como Barcelona. Un“Can I take a picture, please?” (¿Puedo tomar una foto, por favor?) de la mano de una sonrisa pícara por parte de una señora, interrumpe el esculpido de un Bart Simpson mostrando sus partes nobles. Las miradas con asombro e ingenua complicidad se detienen, algunas con cámaras fotográficas, para disfrutar de la obra. Un “Thank you”, y un “Gracias”, se devuelven por parte del artista, en este caso de Senegal.

   El nombre de Senegal, según una teoría popular, deriva de la expresión wólof “sunu gaal”, que significa “nuestra barca”, resultado de la complicada comunicación entre los marineros portugueses del siglo XV y los habitantes del lugar. En la actualidad ocho lenguas oficiales se erigen en la nación africana, aunque el francés sea la primera. Al sur de “nuestra barca”, en la localidad de Casamance, “cuando trabajamos no estamos molestos porque el trabajo no nos disgusta, cuando trabajamos cantamos sonriendo porque somos felices haciendo lo que hacemos”, dice el senegalés al ritmo de la música de fondo.

   Suena Bob Marley desde unas pequeñas cornetas mientras se corrigen los detalles de la obra. Las letras de sus canciones se fusionan en los coros con la voz, de quien delante del paseo turístico, tiene tan solo en sus manos una brocha y una espátula. “No woman no cry”, canta con orgullo haciendo énfasis en la frase: “My feet is my only carriage, so I've got to push on trough. But while I'm gone I say: everything is going to be alright”. Con orgullo la traduce al castellano con el mismo ritmo para los testigos: “Mis pies son mi único vehículo, tengo que seguir empujando hacia adelante, pero mientras me voy, te digo: Todo va a estar bien”. “Hay que estar en paz con uno mismo para no caer en las provocaciones y en obscuridad”, afirma mientras la música armoniza a los curiosos con monedas y cámaras.



    A pocos metros en la misma playa. un guía turístico agrega en su excursión las exposiciones de arte que ve en la playa de La Barceloneta; “...esa que ven allí, es la Sagrada Familia...”, señalando en dirección hacia el mar, mientras pedalea su bicicleta seguido de media docena de admiradores orientales. Un niño, sin hacer caso al estado de su ropa y con los zapatos a un lado para no llevarlos al mismo fin, trata de imitar la ya terminada Catedral. Mezcla agua con arena y utiliza sus manos para moldear las bóvedas. “Los niños son lo mejor que hay”, dice el artista de Argelia quien lleva rato observándolo. “La arena es mi elemento y soy feliz al hacer lo que me gusta”, manifiesta sonriendo.



    Mientras su obra llama la atención de los caminantes, el representante gótico de las arenas, decide cambiar algo en la estructura. “Los muros no están hablando y ellos deben hablar solos”, asegura. Con una expresión parecida a la de Picasso al momento de darle vida a un cuadro, toma sus instrumentos, se detiene ante a la figura y comienza a darle una nueva forma pero mantiene la base original. “Ahora sí dicen algo”, concluye satisfecho y emocionado. El niño no renuncia a su imaginación, y continúa levantando arena mezclándola con agua. El artista no deja de alentarlo hasta que el padre satisfecho llama al infante para continuar.

    Argelia ha estado habitada por los bereberes desde hace más de diez mil años. Los bereberes, aquellos pertenecientes a un conjunto de etnias autóctonas al norte de África, construyeron los primeros monumentos de los que aún hoy quedan restos o vestigios. En términos relacionados la palabra “bereber”, significa “hombres libres”; expertos conocedores del desierto, los vientos y las arenas cambiantes. “Son hombres libres de territorio y de espíritu; hombres capaces de ver las edades del alma”, comenta mientras detalla su obra terminada y fuma un tabaco húmedo de arena.



    Un compañero de oficio pide una cubeta para llenarla de agua; se dispone a dar forma a un barco pirata a pocos metros hacia la otra dirección de la caminería. Como si trataran de emprender una travesía a través del Mediterráneo, la tripulación, un capitán búlgaro y un teniente albanés, graban en el montículo de arena, el rostro del pirata en la proa de la embarcación encallada bajo el sol. Buscan los ángulos perfectos para que se mantenga a flote. El capitán, como si fuese un maestro de obra en pleno muelle justo antes de soltar la nave, corrige los acabados con un pincel. “Cada detalle cuenta. No es un castillo, es un barco”, le dice a su teniente albanés. Éste, continúa concentrado intentando que la estructura se mantenga en pie.



   El arte tiene la oportunidad de mostrar el mundo como algo en constante cambio. Hombres de diferentes fronteras expresan bajo un mismo elemento, la constante lucha por sobrevivir y estar en paz con ellos mismos. La esencia propia del ser humano.



...libertad, igualdad y fraternidad. La relación entre ellas es incierta, o más bien,
problemática. Hay contradicción entre ellas: ¿cuál es el puente que puede unirlas?”

Octavio Paz, La Otra Voz. Poesía y Fin de Siglo

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