ARENAS DE BARCELONETA
Barbas y pieles peinadas con arena y sal. Tabacos húmedos de arte e inspiración. Ojos coloridos por el reflejo del mar; un mar que separa dos mundos dentro de uno aún más grande que los une, pero mantiene sus históricas distancias.
Un buen día comienza sin presiones a la hora de trabajar. No hay jefes, no hay oficina, no hay tareas meticulosas y organizadas, solo vale la inspiración para que cada centrímetro de arena que se eleva frente a la caminería, logre hablar por sí mismo; el dinero siempre es importante pero aquí, va en segundo lugar. El primer valor es saber que el arte tiene mérito, reconocimiento y que “eres feliz mientras lo haces” , que “no haces daño a nadie, es simple arena”.
La gente camina frente a la playa de la Barceloneta, observa formas y figuras; unos más, otros no tanto. Curiosos cuando la arena habla por sí sola transformándose en una obra de Gaudí, o en personajes multiculturales como Homero Simpson. Los niños no ven las barbas y las pieles arenosas con fibra de río y desierto, la imaginación no se arropa con la apariencia sino con la esencia. Un castillo de arena puede guiarlos a una indeterminada aventura en tan solo segundos; un dragón, causar miedos e impresiones; una catedral que expulsa humo, risas y asombro. Cuando los niños ríen junto a sus padres, el artista acompaña la geniuna aprobación a su obra con sonrisas y satisfacción, y ese es un buen día.
El
sonido de las monedas rebotando en una pequeña caja de cartón al
borde de la caminería, se identifica por encima de las bicicletas,
las pisadas a diferentes ritmos y los incontables idiomas que se
mezclan en una caravana cultural conocida como Barcelona. Un“Can I
take a picture, please?” (¿Puedo tomar una foto, por favor?) de la
mano de una sonrisa pícara por parte de una señora, interrumpe el
esculpido de un Bart Simpson mostrando sus partes nobles. Las miradas
con asombro e ingenua complicidad se detienen, algunas con cámaras
fotográficas, para disfrutar de la obra. Un “Thank you”, y un
“Gracias”, se devuelven por parte del artista, en este caso de
Senegal.
El
nombre de Senegal, según una teoría popular, deriva de la expresión
wólof
“sunu gaal”, que
significa “nuestra barca”,
resultado
de la complicada comunicación entre los marineros portugueses del
siglo XV y los habitantes del lugar. En la actualidad ocho lenguas
oficiales se erigen en la nación africana, aunque el francés sea la
primera. Al sur de “nuestra
barca”,
en la localidad de Casamance, “cuando trabajamos no estamos
molestos porque el trabajo no nos disgusta, cuando trabajamos
cantamos sonriendo porque somos felices haciendo lo que hacemos”,
dice el senegalés al ritmo de la música de fondo.
Suena
Bob Marley desde unas pequeñas cornetas mientras se corrigen los
detalles de la obra. Las letras de sus canciones se fusionan en los
coros con la voz, de quien delante del paseo turístico, tiene tan
solo en sus manos una brocha y una espátula. “No woman no cry”,
canta con orgullo haciendo énfasis en la frase: “My feet is my
only carriage, so I've got to push on trough. But while I'm gone I
say: everything is going to be alright”. Con orgullo la traduce al
castellano con el mismo ritmo para los testigos: “Mis
pies son mi único vehículo, tengo que seguir empujando hacia
adelante, pero mientras me voy, te digo: Todo va a estar bien”.
“Hay
que estar en paz con uno mismo para no caer en las provocaciones y en
obscuridad”, afirma mientras la música armoniza a los curiosos con
monedas y cámaras.
A
pocos metros en la misma playa. un guía turístico agrega en su
excursión las exposiciones de arte que ve en la playa de La
Barceloneta; “...esa que ven allí, es la Sagrada Familia...”,
señalando en dirección hacia el mar, mientras pedalea su bicicleta
seguido de media docena de admiradores orientales. Un niño, sin
hacer caso al estado de su ropa y con los zapatos a un lado para no
llevarlos al mismo fin, trata de imitar la ya terminada Catedral.
Mezcla agua con arena y utiliza sus manos para moldear las bóvedas.
“Los niños son lo mejor que hay”, dice el artista de Argelia
quien lleva rato observándolo. “La arena es mi elemento y soy
feliz al hacer lo que me gusta”, manifiesta sonriendo.
Mientras
su obra llama la atención de los caminantes, el representante gótico
de las arenas, decide cambiar algo en la estructura. “Los muros no
están hablando y ellos deben hablar solos”, asegura. Con una
expresión parecida a la de Picasso al momento de darle vida a un
cuadro, toma sus instrumentos, se detiene ante a la figura y comienza
a darle una nueva forma pero mantiene la base original. “Ahora sí
dicen algo”, concluye satisfecho y emocionado. El niño no renuncia
a su imaginación, y continúa levantando arena mezclándola con
agua. El artista no deja de alentarlo hasta que el padre satisfecho
llama al infante para continuar.
Argelia
ha estado habitada por los bereberes desde hace más de diez mil
años. Los bereberes, aquellos pertenecientes a un conjunto de etnias
autóctonas al norte de África, construyeron los primeros monumentos
de los que aún hoy quedan restos o vestigios. En términos
relacionados la palabra “bereber”,
significa “hombres libres”; expertos conocedores del desierto,
los vientos y las arenas cambiantes. “Son hombres libres de
territorio y de espíritu; hombres capaces de ver las edades del
alma”, comenta mientras detalla su obra terminada y fuma un tabaco
húmedo de arena.
Un
compañero de oficio pide una cubeta para llenarla de agua; se
dispone a dar forma a un barco pirata a pocos metros hacia la otra
dirección de la caminería. Como si trataran de emprender una
travesía a través del Mediterráneo, la tripulación, un capitán
búlgaro y un teniente albanés, graban en el montículo de arena, el
rostro del pirata en la proa de la embarcación encallada bajo el
sol. Buscan los ángulos perfectos para que se mantenga a flote. El
capitán, como si fuese un maestro de obra en pleno muelle justo
antes de soltar la nave, corrige los acabados con un pincel. “Cada
detalle cuenta. No es un castillo, es un barco”, le dice a su
teniente albanés. Éste, continúa concentrado intentando que la
estructura se mantenga en pie.
El
arte tiene la oportunidad de mostrar el mundo como algo en constante
cambio. Hombres de diferentes fronteras expresan bajo un mismo
elemento, la constante lucha por sobrevivir y estar en paz con ellos
mismos. La esencia propia del ser humano.
“...libertad,
igualdad y fraternidad. La relación entre ellas es incierta, o más
bien,
problemática.
Hay contradicción entre ellas: ¿cuál es el puente que puede
unirlas?”
Octavio
Paz, La
Otra Voz. Poesía y Fin de Siglo